jueves, 24 de abril de 2008

El Clavo hundido

Yo llegué una hora después.
El estaba esperando paciente: no es mi problema, tenía otras prioridades en ese momento.
Le dije que estaba delgado, él hizo un comentario para si sobre mi corte de cabello. Entramos al taco, a pesar de su advertencia de que estaba casi lleno. "Al fondo hay una mesa" le dije.
La única mujer en el lugar, y yo no tenía ningún problema. Alquilamos una hora, el pagó, y comenzamos a jugar.

Estuvimos en la misma mesa donde alguna vez yo perdí 50 soles (y no fue por apuestas). Aún no lo olvido, y aún lo culpo, pero ya no tenía la opción de recordárselo.
Comencé ganando yo, a pesar de que yo no voy a esas mesas salvo cuando decidimos encontrarnos.
Lo veía y lo veía, y recordaba los tiempos en los que yo andaba con él, e íbamos a esas mesas, y otras cosas más. Recordaba las cosas que yo le hacía para que él se distrajera del juego y así yo pudiera ganar, o siquiera intentar hacerlo.
Me quedaba mirando por largos minutos sus manos, intentando que él no se diera cuenta.
Intentaba crear una realidad alterna donde yo tuviera deseos de regresar con él, pero ni siquiera ahí podía hacer que ese sueño se tejiera firmemente; todo se derrumbaba cuando ponía un naipe más.
Yo sentía su mirada cuando él creía que no lo veía. Podría decir con exactitud las cosas que pensaba decirme, pero que, como siempre, no llegaba a decir. Quizás por no incomodarme o fregar el buen momento que estábamos pasando.

Caminamos a casa y él pagó el dinero que perdí al olvidar su gorra en la banca. Una vez más se dejó vencer sin siquiera haber comenzado la lucha. Yo ya no tenía paciencia para hacerlo cambiar de parecer. Los tiempos en que debía hacerlo ya pasaron.
Nos quedamos conversando en las rejas de mi casa. No lo invité a pasar, ese sitio ya está ocupado y no quería que creyera cosas. Era muy fácil para creer cosas.
Recordando cosas, pocas, poniéndolo al día, salvándolo de sus dilemas existenciales, sin salvarlo realmente.

En 5 meses había cambiado mucho, o quizás era quien realmente soy, ya no más la "enamorada". O quizás sí la enamorada, pero de otra persona distante.
Entonces me dí cuenta de que estaba pensando en El mientras estaba con Clavo, así como pensaba en Clavo cuando estaba con El y cerraba mis oídos a sus quejas y sus influencias negativas. Sonreí por El.
"¿Porqué sonríes?" me dijo. Le respondí que no había sonreído. "Hay cosas que tú no tienes que saber" me dije.
Me dolían las piernas y él no hacía intento de irse. Hizo comentarios sobre mi curiosa forma de vestir ese día. "Pareces una bruja" me dijo, yo hubiese querido que eso fuera verdad. "Para la próxima vez me veras con un caldero al costado y una nariz enorme" bromeé.

El me dijo que no se despediría así que sería mejor que lo hiciera yo. Y lo hice. Lo abracé una vez más, siempre me gustaron sus abrazos; pero estaba preparada para rechazar cualquier otra proposición.

Echada en la cama recordé una vez más a El antes de caer dormida.
Y es que no conoces el buen vino hasta que no pruebas el malo.

4 comentarios:

  1. Los clavos hundidos salen con el tiempo, cuando la madera está vieja o cuando el óxido termina de arruinar las fibras. Así poco a poco el clavo quedará en el olvido y será reemplazado por uno nuevo y mejor. Aveces los clavos llegan solos a sacar esos clavos chinchosos.
    Besos.
    A ver al horizonte

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  2. Yo también iba al billar!(taco?)y era xeere!nunca perdia...hasta que un vez hubo un operativo para sacar escolares de los internets y tacos...

    :(

    llamaron a mi papá al cole!:P

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  3. el tiempo hace q uno cambie y observe las cosas con mas detalle..

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  4. Es complicada la posibilidad de poder distinguir cuando un libro está cerrado y cuando hay páginas para poder escribir, en realidad... todo lo relacionado al amor es muy, pero muy complicado.
    Muy buen relato!!

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